El 6 de octubre de 2021, la Organización Mundial de la Salud aprobó la primera vacuna contra la malaria, la cual ha demostrado su ayuda en la prevención de dicha enfermedad. Esta noticia es alentadora y significa un gran avance para quienes viven en regiones donde las enfermedades transmitidas por mosquitos son una constante en su vida.
La malaria, también conocida como paludismo es una infección sistémica de los glóbulos rojos causada por parásitos protozoarios del género Plasmodium. En 2019 se registraron 229 millones de casos en todo el mundo, siendo África subsahariana la región mayormente afectada. A pesar de que en los últimos 20 años los casos han disminuido constantemente, casi medio millón de personas murieron de paludismo el año pasado y dos tercios de esas muertes se produjeron en niños menores de 5 años de África. Además, el paludismo puede reincidir a lo largo de la vida de una persona, lo que lo convierte en una amenaza constante para los habitantes de las zonas endémicas. Por ello, la prevención del paludismo sigue siendo una necesidad de salud pública extremadamente urgente.
La vacuna denominada RTS,S también conocida por su nombre comercial Mosquirix se dirige al parásito del paludismo más mortífero y común, Plasmodium falciparum. Históricamente, los parásitos han sido mucho más difíciles de atacar con vacunas que otros patógenos debido a la complejidad de sus genomas que supera con creces a los virus y las bacterias. Los científicos llevan más de cien años trabajando para conseguir una vacuna contra la malaria y la RTS,S, la primera vacuna desarrollada contra una enfermedad parasitaria lleva 30 años en desarrollo, con un costo de más de 750 millones de dólares. En abril de 2019 iniciaron los ensayos administrando dosis de la vacuna a 800.000 niños en Kenia, Malawi y Ghana.
Aunque el desarrollo es histórico, la preocupación de sí la vacuna cambiará el panorama de la salud pública continúa debido a que en los ensayos clínicos la RTS,S tuvo una eficacia modesta al prevenir alrededor del 30% de los casos de malaria grave. Además, la vacuna requiere de cuatro dosis a lo largo de 18 meses en niños menores de cinco años, un esquema de vacunación difícil de cumplir en los entornos con recursos limitados, que desafortunadamente es donde la malaria es más frecuente. Los problemas de infraestructura son otro factor que afectaría su aplicación, ya que muchos países africanos han tenido que lidiar con la escasez de vacunas y los problemas relacionados con la cadena de suministro durante la pandemia de COVID-19, así como también las dudas sobre la vacuna que surgieron durante la campaña de vacunación contra COVID-19 pueden ralentizar la adopción de la vacuna contra la malaria.
Aunque la RTS,S está muy por debajo de la eficacia de la mayoría de las vacunas infantiles, su autorización sigue siendo alentadora. Un estudio de modelización sugiere que la administración de la vacuna a todos los niños en países con alta incidencia de malaria evitaría la muerte de 23.000 niños al año.
Debido a las preocupaciones relacionadas con la eficacia y a la facilidad de implementación, la RTS,S tendrá que formar parte de una estrategia múltiple para la prevención de la malaria que también dependerá de la evasión de los mosquitos, los medicamentos profilácticos, la detección rápida y el tratamiento. La combinación de la vacunación con la quimioprofilaxis puede mejorar la eficacia de ambas medidas. De igual manera, actualmente se están desarrollando otras vacunas, algunas de las cuales podrían llegar a ser más eficaces para prevenir el paludismo grave.
Hasta entonces, nos queda la esperanza de que esta histórica vacuna pueda ayudar a cambiar el rumbo actual de la malaria.